1 de Mayo, Afro Blue, Pipi’s Blues, Spiritual Travels, Yah-Yah, Music Heals All Wounds
Músicos:
Mercedes Figueras: saxos tenor, alto y soprano
Tony Larokko: saxos tenor, alto y soprano, percusión
Fred Berryhill: percusión, djembe
Bopa «King» Carre: percusión, congas
Nick Gianni: upright bass
Dan Tepfer: teclados
Kenny Wollesen: batería
The Black Butterflies, 2010
Calificación: Dame dos
La naturaleza proporciona casos llamativos, notables. Aunque, en algunas oportunidades, esos casos acaban siendo fuertemente inducidos por la presencia (y acción) del hombre, ya sea en forma consciente o inconsciente. La Biston betularia o “polilla del abedul”, solía posarse en los troncos de los abedules para, así, lograr mimetizarse con ellos debido a su aspecto blanquecino, cual camaleón con alas, mire usted. De todas maneras, la pobre polillita era presa fácil de sus predadores (no muchos, pero contundentes y efectivos, en especial los pajaritos).
Pero a mediados del siglo XIX, con la denominada Revolución Industrial, algo cambió y de manera sustancial. En la atmósfera se hizo más presente el hollín, por lo que a la pobre polilla no le quedaba otra que o extinguirse a la velocidad de Ben Johnson o ser protagonista del melanismo industrial. Afortunadamente, optó por esta última opción y su coloratura se oscureció, su existencia se alargó y pasó a ser reconocida como “la mariposa negra”. Desde entonces, y con la ayuda de que en general todo ha ido ennegreciéndose, pueden cumplir con sus tareas habituales de mariposa yendo de aquí para allá, desorientando a los pajaritos, reproduciéndose, extendiendo su gen melánico a través de las generaciones y dejando, por qué no, su legado.
De alguna manera (o algunas), la historia de The Black Butterflies se asemeja a lo antedicho. Y no solamente porque sus integrantes provienen de distintas culturas, geografías y experiencias artísticas; sino también porque su líder, la saxofonista Mercedes Figueras, seguramente no tenía entre sus proyectos primarios la conformación de este sexteto cuando abandonó Buenos Aires en 2008 para realizar algunas actuaciones a dúo con el baterista Martín Visconti en Estados Unidos. Luego de esas presentaciones, Visconti regresó a la Argentina. Pero Figueras decidió quedarse.
Y, evidentemente, no ha sido en vano.
Luego de un reemplazo, quedó como integrante estable de William B. Johnson and The Drumadics; el saxofonista Tony Larokko también la convocó para tocar con él. Lo mismo ocurrió con el baterista Kenny Wollesen, quien le ofreció unirse a su marching band The Himalayas y a la KennyWollesen’s Wollesonic y, además de participar como invitada en numerosos proyectos, fue ideando The Black Butterflies, banda integrada por Tony Larokko en saxos, Fred Berryhill y Bopa «King» Carre en percusión, Nick Gianni en bajo, Dan Tepfer en teclados, Kenny Wollesen en batería y Mercedes Figueras en saxos alto, tenor y soprano.
Esta segunda experiencia discográfica de la saxofonista difiere notablemente de su debut (producido en 2007 con Elefante, álbum de improvisaciones a dúo junto con el baterista Martín Visconti). En 1 de Mayo, además de liderar el septeto con autoridad y frescura, Figueras ha sabido amalgamar, a lo largo del álbum, estilos diversos que van mutando y entrelazándose con suma naturalidad. The Black Butterflies ofrece elementos de latin jazz, post bop, free jazz, ritmos africanos y latinoamericanos, pop, blues y, de manera extraña, tango. Todo en su justa medida, a veces de manera inesperada, siempre con un sonido compacto y homogéneo, ya sea provocando momentos de extrema belleza pero también de inusitada tensión, con el compromiso y el riesgo al alcance de la mano.
El álbum se inicia con 1 de Mayo, composición de Richard Marriott. Con indisimulable aire latino desde el comienzo mismo, con Figueras sosteniendo la melodía con autoridad sobre un atractivo e interesante juego percusivo y los ubicuos aportes de Dan Tepfer en teclados. Y hay que decir que la elección de la apertura ha sido ideal. Una suerte de bálsamo auditivo con innumerables detalles sonoros que invitan a subir el volumen y que confirman, una vez más, que Kenny Wollesen es, sin dudas, un todo terreno. Figueras se llama a silencio y cede el protagonismo a Dan Tepfer primero y al bajista Nick Gianni después. Ambos responden de manera superlativa, acorde al clima imperante. El final, casi en fade, nos encuentra con el oído yendo en forma autónoma en dirección a los parlantes.
Lo que sigue es Afro Blue, el clásico de Mongo Santamaría. Si usted está ya harto de tantas versiones, permítase la chance de incorporar ésta. El dueto de saxos a cargo de Figueras y Larokko ya lo justificaría, pero no se detenga ahí. Una vez instalada la percusión y la sólida intervención de Nick Gianni (convirtiéndose en el eje), Larokko y Figueras siguen batallando, exigiendo y exigiéndose al máximo. Pero la melodía sigue estando ahí… Digámoslo de una vez… la relectura es justificada, enérgica, movilizadora, contagiosa y extraordinaria. Incluso cuando los saxos liberan el territorio, cediéndole el protagonismo a Fred Berryhill, Bopa «King» Carre y Kenny Wollesen, responsables de un verdadero festival percusivo.
La primera de las dos composiciones aportadas por la líder es Pipi’s Blues. Y siguen las buenas. Figueras lidera con solvencia esta suerte de blues (obvio) atravesado por ritmos latinos y afroamericanos, con la percusión ganándose una vez más su espacio protagónico incluyendo un exquisito solo de Wollesen. Luego se suceden dos composiciones de Tony Larokko. La primera de ellas, Spiritual Travels, con atmósfera de marching band, los saxos en dueto lúdico, ritmos tribales, un atractivo aporte de Dan Tepfer desde la retaguardia y la solidez del grupo todo. La segunda, Yah-Yah, no sólo es la pieza más larga del CD con sus casi 17 minutos, sino también la más experimental y arriesgada. Un comienzo con silbidos, infinitos elementos percusivos y lo que parecieran ser sonidos de animales, desemboca en un canto africano de efecto hipnótico sobre el cual, sorpresivamente, Mercedes Figueras entona unas líneas del huayno boliviano Ojos azules y, a continuación, el tango Volver (¿nació el African Tango?). Pero esto no es todo… se acallan las voces pero los lamentos continúan en los saxos, cuyos desbordes contrastan con la monolítica base aportada por Kenny Wollesen, Fred Berryhill y Bopa «King» Carre. Con reiterados acordes desde la base, Dan Tepfer asoma con sus teclados; mientras que el bajista Nick Gianni suma ubicuidad y solvencia. Todo va diluyéndose naturalmente, sin esfuerzo, espontánea, logradamente.
1 de Mayo se cierra con Music Heals All Wounds, la segunda composición de la líder. Y, contra todo pronóstico, Figueras apuesta al relax, a una balada con elementos gospel, casi litúrgicos, sin desbordes ni demasiadas sorpresas, pero que ofrece otra faceta compositiva de la saxofonista que hasta aquí desconocíamos.
The Black Butterflies ha ofrecido, en su álbum debut, atractivos más que suficientes como para que consideremos seriamente su propuesta. 1 de Mayo es un disco sumamente recomendable liderado por una joven saxofonista argentina, Mercedes Figueras, que ha sabido capitalizar en buena forma los caminos que ha debido transitar. Ha crecido enormemente y ha sabido rodearse de músicos que calzan a la perfección para su propuesta grupal.
Y también ha mutado, adaptándose al medio circundante para que su arte se propague.
No es casual que su grupo lleve el nombre de The Black Butterflies…
Y a estar atentos, porque estas mariposas han tomado vuelo.